Nació
Diego en la localidad de Cuevas de San Marcos, en el año de 1769 y era hijo de
D. Bartolomé Burgueño y de Dª. María Reyes. Sus características físicas a la
fecha de que tratamos eran: blanco de piel, pelo castaño, ojos pardos, barba
cerrada y negra, con una cicatriz en el entrecejo y condenado cuatro años a ser
presidiario en Alhucemas por orden del conde D. Pedro de Lerena, el dos de
febrero de 1789, con la advertencia de que si su comportamiento era malo o
intentaba quebrar de alguna manera su condena, sería condenado al doble de
años, y que cuando acabara de cumplirlos que volviera a las filas del
Regimiento de Milicias de Ronda, en el cual se hallaba cuando delinquió.
No es gran cosa lo que sabemos de este
individuo aparte de lo ya dicho, pero se puede añadir que leer y escribir si
que sabía, de modo que es posible que sus padres fueran relativamente
acomodados, al menos lo suficiente como para poder permitirse dar estudios a su
hijo. Y algo más que leer y escribir debió aprender a tenor de lo que se sigue.
Téngase en cuenta que desconociendo sus
circunstancias, lo que decimos se mueve en el mundo de la conjetura, pero
habida cuenta la época, no sería de extrañar que no andáramos muy descaminados
al respecto. Lo decimos porque es posible que el padre de Diego, quizás en la
idea de elevar el status de la familia, pudo haber decidido que su hijo hiciera
fortuna y adquiriese elevación social por medio del ejercicio de la milicia,
cosa que era moneda corriente en la época, difícil pero no imposible, y así,
nuestro Diego ingresó en el regimiento de Milicias Provinciales de Ronda,
quizás con dieciocho años, esto es, en 1787.
Bien, ya tenemos a nuestro Diego sirviendo
al Rey ejercitando el noble arte de la las armas e iniciando una carrera que se
prometía brillante, pero ¡ay! bien por malas compañías, bien por una
imprudencia se metió a hacer cosas que no debía y estando en esas la justicia le
pilló con media libra de tabaco de origen fraudulento y un cuchillos, según
constaba del despacho de justicia de la jurisdicción de Antequera, y no
pudiendo dar una justificación a sus actos y probada su culpabilidad, se le
condenó a cuatro años de prisión, los cuales debería penarlos en el presidio de
Alhucemas, a los cuales seguirían los seis años que aún le quedaban de contrato
con el Ejército.
Como es lógico, una vez en el presidio se le
encomendarían tareas varias, aparte de las de soldado, pero tuvo la suerte de
que el saber leer, escribir y poseer determinados conocimientos le ayudaron a
sobrellevar un poco mejor su pena.
El presidio de Alhucemas se hallaba en el
Peñón así llamado formaba un conjunto con la plaza, en el norte de Marruecos, y
en esa época, como en la actualidad es parte de España. En dicho presidio y
plaza vivía una población más o menos numerosa y esta población tenían hijos, a
los cuales se les mandaba a la escuela, teniendo, por tanto, un maestro de
primeras letras, el cual, en este momento era D. Bernardo Barrera.
Pues este maestro resulta que considerando a
Diego óptimo como su ayudante, elevó petición a la autoridad competente para
adjuntárselo como ayudante, empezando así nuestro hombre a ejercer tal empleo.
Al poco, D. Bernardo resulta que se jubila,
siendo su destino de retiro la Compañía de Inválidos, en Granada, quedando, por
lo tanto, los niños de Alhucemas sin maestro que les enseñe.
Y aquí es donde entra en acción Diego, pues
debiendo D. Pedro Ortiz y D. José de Into, autoridades de la plaza y presidio, proveer
dicho empleo de maestro, el veintiuno de noviembre de 1792 enviaron escrito a
D. Ramón de Monsalve y Pavón, Veedor de Málaga, notificándole el tema y
proponiendo a Diego como sustituto del maestro, dado que ya había ejercido de
ayudante y conocía el tema, habiéndolo desempeñado con acierto, a lo que añadir
su buen comportamiento y su honradez.
Desde luego, ni que decir tiene que Diego
aceptó gustoso dicha proposición, pasando a servir los seis años que le
restaban en la Compañía Fija de esa plaza, pues estaba claro que le iba a
reportar beneficios económicos, pues no solo continuaba su carrera militar si
no que su sueldo iba a ser mejor, pasando a servir esos seis años en clase de
Voluntario, gozando, además del haber como soldado, de la ración de bastimento
que gozaba el maestro jubilado.
El doce de diciembre de 1792 aprobó el Rey
el nombramiento de Diego como maestro de primeras letras y su pase como soldado
en clase de Voluntario a la Compañía Fija del presidio de Alhucemas.
Y ahí termina lo que sabemos de este
individuo de Cuevas de San Marcos, en la provincia de Málaga.
IHPMalagueñas
Málaga - 2016