Este artículo pretende ser, solamente, una breve aproximación a la vida de un empresario comerciante prusiano que representó los intereses de su patria en nuestra ciudad entre finales de l siglo XVIII y principios del XIX. No pretende ir más allá, pues aparte de los errores que pueda haber cometido, falta mucha información para poder dar una idea más precisa y completa sobre su vida y obra.
En la ciudad de Málaga, desde antiguo, han tenido representación consular diferentes estados. Por ejemplo, hacia el año de 1280, al ser Málaga el puerto principal del reino Nazarí, se tiene constancia de un consulado con base territorial genovés en la ciudad, en el conocido como Castillo de los Genoveses.
Pero será a partir de 1641 cuando Málaga cuente con una presencia consular estable y duradera a través de los siglos, llegando hasta nuestros días, contándose con una más que nutrida representación consular de países de todo el mundo.
Las primeras referencias
conocidas sobre la presencia consular germana en Málaga tienen como
protagonistas a las ciudades hanseáticas sobre 1652, con la presencia de un
representante consular de la ciudad de Hamburgo llamado Simón Monforte, al que
le sucedió en 1675 un tal Ehlers.
Por lo que a la presencia de cónsules del reino de Prusia en Málaga, la
primera que he encontrado es la referente al primero de los protagonistas de
esta entrada, Juan Roose (1), noticia que informa que es cónsul
desde 1786 (aunque no sé si se refiere a cónsul en general o a cónsul de Málaga
en particular), que era caballero de la Orden del Águila Roja, que había nacido
en Born, una localidad próxima a Berlín, y que estaba casado con Rafaela Warusch.
Desconozco su fecha de nacimiento, pero si atendemos a que contrajo
matrimonio en 1793, puede ser realista la fecha aproximada de 1760 para su
nacimiento.
A pesar de lo dicho antes, tampoco he encontrado la fecha exacta de su llegada a nuestra ciudad, del año en que fundó la empresa con la que trabajó desde Málaga o si existía de antes de llegar y del año en que fue nombrado cónsul.
Lo que si he encontrado es que:
- en 1792 ya figura como cónsul del reino prusiano en Málaga,
- en 1793 tiene la firma comercial Lambrecht, Roose y Compañía, dedicada a la exportación de vinos, que mantenía relaciones comerciales con Génova, Reino Unido (a través de Gibraltar), Hamburgo, Rusia y Dinamarca.
- que para el doce de mayo de 1807 tenía su residencia en el número 2 de la calle de San Juan de Dios, junto al puerto y donde tenía también su casa de comercio.
- por un censo que se realizó en esas fechas, sabemos que en su casa servían cinco criadas y tres criados. También declara que tiene un caballo. Por lo que a la casa comercial se refiere, declara que trabajan para él un apoderado, un tenedor de libros y dos dependientes, aunque no da los nombres de ellos.
Como noticias de su vida privada, tenemos que:
- el diecisiete de febrero de 1793 contrajo matrimonio con Rafaela Warusch de Velasco, con quien tuvo dos hijos, Rafaela y Enrique, que heredó los negocios y la representación consular.
- que entre 1803 y 1804, y por las deudas de sus antiguos propietarios, salió a pública subasta una finca en Churriana de nombre San Rafael, que era una hacienda agrícola, la cual fue adquirida por Juan Roose a través de su representante, Ambrosio Cuartero, pasando definitivamente a manos de Roose en 1804, ampliándola con la adquisición de seis fanegas de tierra de una finca vecina.
En esta
finca, alrededor de 1807 y según parece siendo director de obras José Martín de
Aldehuela, construyó un palacete con un hermoso jardín de estilo clasicista
francés delante de la fachada principal de la vivienda, según se dice por
consejo del conde de Villalcázar, quien le suministraría “...el plan de un
gracioso aunque pequeño jardín...”, adonde trasladó su residencia, la cual amplió
en 1824 con tres cuartillas de tierra, procedentes de una donación realizada por
el general Francisco Javier Abadía Aragorri.
Fallece nuestro cónsul el siete de octubre de 1837, pasando la finca, como es lógico, a su esposa, llamándose desde entonces dicha finca como La Cónsula y así se conoció desde entonces hasta nuestros días, en la cual tiene su sede la reputada Escuela de Hostelería de Málaga.
En el
inventario de bienes realizado tras su fallecimiento, se da cuenta de la gran
cantidad de árboles frutales y ornamentales que poblaban la finca, en su
inmensa mayoría del área mediterránea. No obstante, se podían encontrar también
algunas especias de las llamadas exóticas, como palmas reales, árboles del
paraíso, árboles de la vida o el árbol del coral.
Salvo que nos sumerjamos en profundidad en los archivos malagueños, es misión casi imposible encontrar datos relativos a casos concretos de la actividad comercial de Juan Roose, aunque, no obstante, alguna pequeña historia se ha podido rescatar sobre el tema.
Las primeras noticias que he sido capaz de encontrar, me las proporciona el periódico Diario de Barcelona, en 1799 y en 1804, que en algunos de sus números da cuenta de barcos que atracaron o partieron de puerto con mercancía expedida por o remitida para la empresa de Roose, informando del barco y su capitán.
La siguiente, nos la proporciona un documento del Archivo Histórico Nacional, en el que se informa que el veintiséis de noviembre de 1811, tuvo que exigir que se pagara de manera inmediata la cantidad que se le debía por las partidas de vino entregadas a la extinguida Dirección de Provisiones de Málaga para suministro de las tropas.
Otra más: según podemos leer en el libro Goede Hoop. La última travesía del Buena Esperanza (2), el barco holandés Goede Hoop, al mando del capitán Jan Jacobs Wygens, portaba en sus bodegas un cargamento de, entre otras cosas y mayormente, vino, desde el puerto francés de Sete (entre Narbona y Montpellier) con destino Amsterdam.
Cuando el barco navegaba a la altura de las costas malagueñas, fue sorprendido por una furiosa tormenta, siendo la primera intención del oficial acelerar para recalar en Gibraltar, en vez de hacerlo en el puerto malagueño, pero ante la magnitud de la tempestad y viendo imposible llegar al Peñón, decidió, antes que hundirse, embarrancar, haciéndolo en la desembocadura del río Guadalpín, próximo a Marbella. Era la madruga del siete de marzo de 1823.
Esta maniobra, logró salvar la vida de la tripulación y la mercancía, siendo prontamente atendidos por la población marbellí, alojándolos y proveyéndolos de cuanto los náufragos necesitaron y poniendo a buen recaudo la mercancía hasta que pudiera se llevada a su destino. Del barco, además de la tripulación y mercancía, se salvó también el ancla, los mástiles, velas y todo aquello que dio tiempo antes de que la mar se hiciera con el barco y lo hundiera.
Y aquí es donde entra nuestro Juan Roose.
Conocedor
del suceso, se hizo cargo de la situación, haciéndose cargo del traslado de la
mercancía a Málaga, tras lo cual fletó un barco, La Joven Ana, el cual, tras
hacerse a la vela, llegó a Amsterdam el siguiente día veintisiete de octubre, a
los seis meses del naufragio.
Por los documentos manejados, parece que a partir de 1824, si no antes, la representación consular de Prusia había recaído en su hijo Rafael, el cual también representó en Málaga los intereses de los Países Bajos, lo que aparece confirmado en una publicación alemana de 1826, en la que aparece como cónsul en Málaga de esa nación un tal Roose, que no puede ser otro que Enrique.
Y esto es todo cuanto he podido reunir sobre este malagueño de adopción. No obstante, no quiero terminar sin hacer alusión a su hijo Enrique, el cual, como dije antes, se hizo cargo del consulado y precisamente en el ejercicio de esa labor atiende al príncipe Adalberto de Prusia el trece de julio de 1842, fecha en la que el barco del príncipe, que se hallaba haciendo un viaje por el sur de Europa y que acabaría en Brasil, recaló en Málaga.
Durante la regia visita, Enrique Roose acompañó al príncipe desde que este bajó del barco, acompañándolo en una visita por la ciudad, incluido el cementerio inglés, donde asistieron al entierro de un tal William Krause, prusiano, de veintidós años y natural de Swinemünde, sobrino de un conocido del príncipe, para continuar después hasta la casa del cónsul, donde se le ofreció al príncipe y a varios oficiales de su fragata a un refrigerio y donde el príncipe prusiano pudo escuchar canciones malagueñas, fandangos y bulerías cantadas por la hija de Roose.
Tras
esto, el príncipe volvió a su fragata a primeras horas de la noche para partir
y continuar su viaje rumbo al Brasil.
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NOTA:
1- Juan Roose puede aparecer también como Juan Roz.
2- El libro Goede Hoop. La última travesía del Buena Esperanza, ha sido escrito por Anastasio Álvarez, profesor jubilado. Aunque la información sobre el suceso la he leído en periódicos, nombrar el libro es para animar a los malagueños a leer un suceso desconocido de nuestra historia provincial.
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Málaga - 2024