Antes que nada, queremos hacer constar que nadie, ni persona física ni jurídica nos han animado ni pagado para escribir este breve artículo. Ha surgido fruto de que días pasados, a una amiga le regalaron un par de cajas de dulces navideños. Una de alfajores y otra de polvorones y nos consecuencia de ello, nos remite el siguiente artículo:
... La caja de mantecados
tiene por marca La Castaña,
elaborados en la ciudad de Antequera por una reconocida empresa de la ciudad y célebre por la variedad de sus productos y la calidad de estos, los cuales se
venden en numerosísimos puntos de España y aun del extranjero.
Se trata de una
caja de cartón con una decoración sencilla pero muy atractiva, a dos colores,
donde se puede leer lo siguiente:
La Marca de Polvorones más Antigua de España
Fonda Pastelería y Confitera
Antequera
Antiguos Proveedores de la Real Casa
Alfonso XII
Antiguo
POLVORÓN DE ALMENDRA
con Aceite de Oliva Virgen
Extra
CASA FUNDADA EN EL 1790
Bueno, ante
semejante presentación abrí con curiosidad la caja y tomé una de las doce
unidades que trae y empecé a comérmelo y, ¡pardiez!, sí que estaba bueno, sí.
Estaba exquisito, por lo que procedí a comerme otro e irme de inmediato a
investigar acerca de esta delicia.
Una vez sentada ante el ordenador, empecé a buscar y mirando, mirando, descubrí que La Castaña es la marca de polvorones,
mantecados, alfajores y roscos más antigua de España, y que, además, tuvo el honor de ser
proveedor oficial de este tipo de productos de S. M. el Rey D. Alfonso XII.
Siguiendo
mirando, me enteré que fue a finales del siglo XVIII cuando una antequerana
llamada María Hidalgo, dio comienzo a una larga historia que dura ya más de
doscientos cincuenta años. ¡Quien se lo iba a decir a María!
El origen y circunstancias de la marca ya lo había, más o menos, determinado, pero me quedaba satisfacer la curiosidad de porqué se convirtió La Castaña en proveedor de la Real Casa en tiempos de D. Alfonso XII, por lo cual empecé a investigar, enterándome que no solo había una fábrica de mantecados, sino que también había una fonda con ese nombre.
De modo que ya, me lancé de hoz y coz a investigar,
siendo lo que sigue el resultado de mis pesquisas.
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No dispongo de
pruebas que me lo justifique, pero probablemente este establecimiento comenzara
su andadura como obrador de confitería especializado en la elaboración de
productos típicos navideños como los mantecados, polvorones, roscos, alfajores
y otros allá por el año de 1790 en un establecimiento regentado por una mujer
llamada María Hidalgo.
No solo elaboraría estos productos. Es
probable que como obrador elaborara pan y otros dulces y, quizás, con el tiempo, empezara a
dar comidas, de manera que prosperase y se lanzara -ella o sus sucesores- a
abrir el negocio como casa de comidas primero y fonda después, todo ello sin
dejar la elaboración de los productos navideños.
Todo esto son conjeturas y lo cierto es que
la primera noticia documentada que he obtenido de esta antigua posada de la
ciudad de Antequera es que tuvo sus comienzos en la calle de Vestuario.
La siguiente
noticia procede de un libro titulado Castile and Andalucia, escrito por
una británica, quien lo dio a la imprenta en Londres en 1853.
Efectivamente, Luisa Mary Anne Anson Philips
-hija de los condes de Lichfiled-, fue una escritora, pintora, fotógrafa
y viajera británica, nacida en Colwich, Stafford, Inglaterra, el 7 de diciembre
de 1819, que recorrió España entre 1850 y 1853. Lo hizo junto a su marido, el
fotógrafo Edward King Tenison, dejando constancia de ello en el libro antes
mencionado.
En junio de 1852
recaló, procedente de la ciudad de Ronda y a través de Teba y Campillos, en la
de Antequera, ciudad de la cual se quedó prendada y de la que dejó constancia
de sus impresiones en el libro antes citado.
Como no es el
objeto de este breve trabajo, no entraremos en más consideraciones al respecto de lo que sintió y vivió en Antequera, pues para el objeto de este trabajo tan solo lo que nos interesa es la Fonda de La Castaña y así, diré
que para hospedarse eligió esta posada, que por aquel entonces debía situarse
en la calle antes mencionada de Vestuario y no da, precisamente, una buena
imagen de ella:
... Nos
hospedamos en la Posada de la Castaña, que recomendaría a todos los futuros
viajeros como una cuidadosamente para ser evitada, aunque no puedo prometer
quela ciudad pueda ofrecer una mejor.
El
patio ofrecía el habitual bullicio, con los arrieros llegando o partiendo mientras
algunos individuos dormían la siesta en los bancos, envueltos en sus mantas de
alegres colores.
Las
habitaciones se veían limpias como de costumbre, pero las apariencias
eran engañosas, pues el sueño de algunos de nuestro grupo fue perturbado por la
aparición de “compañeros” no deseados. Criaturas ligeras y activas que saltan
sobre uno sin dejarlo descansar, así como un constante conjunto de cosas que se
arrastran lentamente, avanzando poco a poco y con tranquilidad. Sin embargo,
pagaron muy caro por su temeridad, poco sabían del espíritu de quien
tenían excitado; eran más perseguidos que perseguidores, y si se hace caso de los
informes de proezas individuales emitido por un miembro de nuestra partida, a la
mañana siguiente anunció que ochenta bichos, según su propio puntuaje,
habían perecido en el conflicto.
El
comer era peor, si cabe, que la habitación de dormir. El aceite y el ajo
parecían ser el alimento básico, productos de Antequera, y que adornaron los
platos en un grado raro incluso en esta tierra, lo que hacía aún
más desagradables los pollos, duros y fibrosos.
La
desesperación de parte del grupo llegó al punto más alto cuando se descubrió que
ni una gota de vino bebible podría ser adquirido.
En
general, el buen vino es difícil de conseguir en el interior; el consumo es
pequeño y se presta poco cuidado a la fabricación del mismo, mientras que la
ausencia de toda demanda de mejores calidades y las dificultades del transporte,
hacen que sea casi imposible conseguir los productos de Málaga o Jerez a cualquier
precio. (Traducción
del autor del artículo)
Repasando otros libros de viajeros
extranjeros (Richard Ford, Henry O´Shea, …) que pasaron por Antequera, solo hacen
referencia a la posada de La Castaña como información y no opinaban, siendo lo
más probable que ni hubieran entrado siquiera en ella.
La siguiente información que he obtenido me
dice que para 1864 el dueño de la posada era Antonio Fontava, el cual solicitó
ese año permiso municipal para proceder a realizar algunas reformas en el
establecimiento, el cual siguió prestando sus servicios hasta que se cambió de
emplazamiento, pasando a ubicarse en un edificio situada en la calle de
Carreteros esquina calle Estepa, siendo desde 1875 propiedad de Manuel Burgos
Rojas.
Dicho Manuel Burgos procedió a realizar una importante reforma en la fonda entre finales de 1878 y primeros de 1879, tras la cual quedó de lujo, ofreciendo un elegante salón en la planta baja, lujosamente decorado y alumbrado, y un bien provisto, rápido y esmerado servicio de excelentes y variados alimentos y bebidas, el cual fue a llenar un vacío en tan importante e industriosa ciudad y que con insistencia reclamaba la población.
El documento
manejado no nos lo dice, pero es de suponer que las habitaciones también
sufrieron una importante reforma, así como elevó su importancia como centro
confitero de la ciudad, afirmándose, según un documento, como institución
hotelera y confitera.
Desde años antes y probablemente debido a la
posición social del propietario, empezó a ser punto de encuentro de la alta
sociedad antequerana, aristocrática y altoburguesa, fundándose en 1879 la
llamada Peña del 79, la cual, entre otras cosas, editó una Revista Semanal de Ciencias, Letras. Artes y
Conocimientos Útiles llamada El 79,
que vio editado su primer número el cuatro de enero de 1879.
Esta peña la
formaron, entre otros, Javier y Trinidad de Rojas, Manuel de Burgos, Rafael
Chacón, Pepe Bores, Manuel Pérez de la Manga, Romero Ramos, Ovelar y Cid, Calvo
Plaza, el alcalde Guerrero Muñoz, ..., quienes
“…cuando
llegaban las fiestas de agosto hacían suyo el mandato del Racionero cordobés
Luis de Góngora y Argote: Carpe diem, esto es. Vive la Vida, Disfruta el
Presente, Exprime el limón de la Feria hasta sacarle la última gota de su jugo”
Así mismo, en estos mismos salones se
reunían los llamados Boristas para sus charlas y encuentros políticos, a
cuya cabeza se hallaba José Bores, cuñado de Romero Robledo.
Según nos cuenta José Escalante Jiménez, archivero municipal y cronista de la ciudad de Antequera, el rey Alfonso XII era habitual consumidor de los productos elaborados por La Castaña, quizás introducidos en su mesa por algún político antequerano con influencia en su Casa. ¿Quizás fuera Romero Robledo?
Sea como fuere, el caso es que este consumo dio pie a Manuel Burgos, apoyado supongo que por la buena sociedad antequerana, a solicitar el 15 de noviembre de 1881 a la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio que:
“…se digne por uno de sus infinitos actos de bondad,
conceder al suplicante el nombramiento de proveedor de su Real Casa, por cuyo
gran beneficio quedará eternamente reconocido…”
Es bastante más que probable que la cosa
estuviera ya más que hablada, pues el empresario antequerano recibió pocos días
después oficio de Palacio con sello de 21 de noviembre, o sea, una semana
después, en la cual la Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio expedía
credencial y titulo por el cual dicha Real Casa nombraba a Manuel Burgos Rojas
proveedor de sus productos a Palacio. El documento reza así:
Sr.
D. Manuel Burgos.
Antequera
S.
M. el Rey (q. D. g.) se ha servido conceder a V., el título de Proveedor de la
R. Casa, con el uso del Escudo de Armas Reales en la ------, ------- y
etiquetas del establecimiento de pastas, ------ y -------, que sirve usted en
esa ciudad.
De
R. Orden lo digo a V. para su inteligencia y fines consiguientes.
(No he conseguido descifrar las palabras que faltan)
Como es de
suponer, a partir de la Navidad de ese año de 1881, todos los productos de La
Castaña y los anuncios publicitarios, contaban ya con el timbre real y la
leyenda autorizada.
Sigue el señor Escalante Jiménez narrando que cuando la reina Isabel II visitó la ciudad en noviembre de 1862, tuvo la oportunidad de degustar los productos de La Castaña en la residencia de los marqueses de la Peña, donde se hospedó durante su estancia en la ciudad, y tanto le gustaron, que anualmente ordenaba, ella también, comprar este producto para su consumo en la Corte.
La siguiente noticia de importancia que he encontrado, me remite al año de 1911, cuando en el periódico antequerano El Heraldo de Antequera del once de febrero, en su página 2, aparece insertado un anuncio por el cual Manuel Burgos Rojas pone en conocimiento de los antequeranos en general y del los inversores y empresarios en particular lo siguiente:
Sea lo que
fuere, a partir de ese momento pasó a dedicarse de lleno a la industria de los
productos navideños, como los polvorones, mantecados, roscos, alfajores, … Por
la documentación manejada, creo entender que la producción de estos productos
ya se venía realizando en la calle Camberos y comenzó la exportación de estos a
gran escala y, desde luego, patentando su marca La Castaña.
A la edad de 74 años y víctima de achacosa
enfermedad que le tenía recluido en su domicilio desde hacía ya algún tiempo,
falleció las once de la mañana del domingo cuatro de enero de 1925, pasando a
hacerse cargo de la empresa su viuda y su hijo José Burgos García.
Ya con su hijo
José al frente de la empresa, fue reconocido por el Estado como exportador de
productos, y para septiembre de 1938 tenía asignado el número 541 del Servicio
Nacional de Comercio y Política Arancelaria, dependiente del Ministerio de
Industria y Comercio.
Para 1946, abrieron un nuevo establecimiento
en el número 19 de la calle Infante Don Fernando, cuyas instalaciones fueron
bendecidas se celebró en la tarde del domingo 2 de abril, por el M. R. P.
Rafael de Antequera, Provincial de los Capuchinos, acompañado en el acto de los
Padres Javier y Andrés.
Después de esto, no he conseguido obtener
más información que la que sigue.
En 2014 o en 2015 el empresario Juan José
Sancho Paredes, del grupo Sancho Melero, propietaria de la marca, la registró
nuevamente, pues tenía la intención de volver a lanzarla al mercado en 2016,
como así ocurrió, y en palabras del Sr. Sancho
“… El mantecado que se hacía en la recordada
y carismática ‘La Castaña’ es prácticamente el mismo que está fabricando desde
el grupo Sancho Melero, sólo habría que cambiar algún detalle y probarla en
alguna gran cadena con la que trabaja el grupo.”
Y así, hasta que la casualidad ha querido
que llegara a mi paladar una caja de mantecados de esta antigua marca, de lo
cual me alegro no mucho, sino muchísimo, porque están más que buenos y, ahora
que lo sé, por la larga historia de más de doscientos años que arrastra.
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