Historia Provincial Malagueña

Amigos visitantes, con estas páginas que siguen pretendo dar a conocer un poco de la riquísima y variada historia del paisaje y del paisanaje de la siempre sorprendente provincia de Málaga.

Espero que les aproveche y gracias por acercarse a estas líneas.

sábado, 4 de diciembre de 2021

EL OBELISCO FUNERARIO DE LA PLAZA DE SAN PEDRO DE ANTEQUERA.

   Hallábame paseando a primera hora de una fría y despejada mañana de diciembre por la incomparable ciudad de Antequera, cuando en mi deambular por las sorprendentes calles de la ciudad enfilé por la calle Calzada, deteniéndome a mirar el escaparate de un obrador de confitería que a esas horas tempranas ya exhibía los ricos mantecados, polvorones, bocaditos y otras especialidades típicas de la repostería antequerana, y tras permitir a mi boca hacerse agua y a mi estómago gruñir durante un rato, continué mi paso hasta llegar a la plaza de San Francisco, donde está el mercado y a su lado el antiguo Real Convento de San Zoilo, conocido popularmente como de San Francisco y declarado como monumento histórico artístico de carácter nacional, hoy sede de la biblioteca pública municipal y donde en alguna ocasión he entrado en busca de información para algunos de mis trabajos.

   Me detuve unos instantes a observar detenidamente el edificio y me dije que tenía que entrar en él otra vez, pues en su patio hay una fuente que quiero ver y fotografiar. Tras esto, continué mi paseo por la calle de Santa Clara, admirando a mi paso el imponente edificio del antiguo convento de Santa Clara, edificado en el primer tercio del siglo XVII y hoy sede del Centro Cultural Santa Clara, llegando hasta el final de calle.   

Capilla-tribuna de la Cruz Blanca

   Al llegar a este punto y haciendo esquina a mi izquierda con la calle Lucena, encontreme la barroca capilla-tribuna de la Cruz Blanca, a la cual dediqué una detenida observación, pues la verdad es que merece la pena pararse y contemplarla. No es que sea un monumento de esos que te cortan la respiración y te dejan impresionado, pero si es un tipo de monumento o construcción lo suficientemente curioso y poco habitual como para dedicarle un rato a su observación y en mi libretilla apunté que tenía que informarme sobre ella, lo cual hice al llegar a casa y así supe que su construcción data de entorno al año de 1774, que es bastante probable que su erección fuera encargada al alarife Martín de Boga, que está dedicada a la Virgen del Socorro, titular de la llamada "Cofradía de Arriba",  y que es lugar de parada de las procesiones del Viernes Santo antequerano.

   Observándola se ve que se trata de una construcción más bien sencilla, del tipo, llamémosle, popular, que presenta una planta trapezoidal y muy bien integrada en el cruce de las calles Cruz Blanca, Santa Clara y Lucena. Está construida a base de ladrillo visto, con elementos manieristas y de los llamados tardobarrocos y que combina arcos de medio punto en la planta baja con escarzanos en la superior. El tejado es de tejas y a cinco aguas. La verdad es que a pesar de su sencillez, me gustó mucho  y es por ello por lo que me detuve mas rato en deleitarme con su observación. 

   Tras esto,  pensé en seguir la calle adelante, pues al final se me aparecía otra iglesia, pero antes de eso y teniendo conocimiento que a la vuelta de la esquina tenía otra iglesia más cerquita, la de San Pedro, decidí ir primero a verla y, así, encaminé mis pasos hacia ella. 

   Entré por tanto en la calle de San Pedro y no llevaba andados más que unos pasos cuando a mi derecha se abrió una placita donde se encontraba la iglesia, la cual estaba ya presto a observarla y entrar a verla si es que estaba abierta, pues ya me habían dicho que merecía la pena admirarla, pues entre otras cosas se cubre con bóveda de crucería gótica y no con armaduras mudéjares, pero para mi sorpresa me encuentro con que la plaza tiene algo más que ofrecer aparte del templo, pues sobre un pedestal de dos escalones se erigía enhiesto e impertérrito al paso del tiempo un obelisco, antaño coronado por una cruz y que hoy brilla por su ausencia, el cual estimo que entre cinco y seis metros de alto y muy interesante y atractivo.

   Así pues, asombrado por el inesperado descubrimiento y olvidándome de la iglesia, me acerqué a contemplarlo desde los cuatro puntos cardinales y observando que sus caras se encontraban grabadas me acerqué a leerlas, pero no pude hacerlo en condiciones, pues entre que no estaba muy marcada la inscripción, la poca luz que aun había y la dificultad para acercarme a leerla porque la plaza estaba en obras y el obelisco rodeado con una valla, me resultó prácticamente imposible leerlo. 

   Lo que si conseguí leer a duras penas fue una fecha, 1843, y esforzándome un poco más conseguí leer A la buena memoria de Antonio Robledo Checa ... sus Padres y Hermanos 1843, ante lo cual comprendí que se trataba de un obelisco funerario, quedándome pensativo un rato, lamentando la muerte del individuo, joven por demás, y no pude dejar de pensar en la pena que debieron sentir esa madre, ese padre y esos hermanos. Tras volver a darle la vuelta detenidamente, decidí que cuando llegara a casa me pondría a buscar información sobre tan luctuoso suceso.


   Así pues, cuando llegué a casa y tras cambiarme y ponerme cómodo, me puse frente al ordenador a buscar noticias sobre el suceso y así supe que se trataba de Antonio, hijo de Vicente Robledo y Remedios Checa, importante familia de la ciudad de la Antequera de entonces. Y siguiendo buscando, topé con un libro, una novela, que mencionaba expresamente los versos escritos en esas lápidas, versos originales de un poeta antequerano, y que gracias a lo cual pude saber qué decía lo inscrito, a saber:

Joven discreto, laborioso, humano,

apoyo firme de paternos lares,

huérfano los dejó, y entre pesares

a sus deudos, y suelo antequerano.

Cuando entre luz, y sombras aguardaba

a los umbrales del cercano templo

el sacrificio augusto, triste ejemplo

aún sin ver los aceros ya expiraba. 

Víctima horrenda del puñal aleve,

crudo fin le guardó fortuna impía,

lozana era su edad, y a sangre fría

matole inerme despiadada plebe. 

Eleva ¡oh pueblo! tu oración ferviente

al gran Jehová, que las alturas dora,

y su piedad sin límites implora,

en favor de esta víctima inocente.

A la buena memoria

de D. ANTONIO ROBLEDO Y CHECA

natural de Antequera

de estado soltero

sus Padres y Hermanos

1843

      Una vez sabido esto, empecé a buscar en la página de la Hemeroteca Nacional, encontrando la noticia tan solo en dos periódicos, El Católico y El Correo Nacional. Transcribo lo publicado en ambos periódicos, comenzando por el segundo:

   Un suceso doloroso ha venido el tercer dia de Pascua de Navidad à sembrar el luto y la desolación en una familia respetable de esta ciudad, y el espanto y la consternación en todos los vecinos honrados. 

   Don Antonio Robledo y Checa, hijo mayor de D. Vicente, encargado esclusivamente en la considerable labor de su casa, dispuesto à salir al campo, se dirigió aquella mañana á las seis menos cuarto á la iglesia parroquial de San Pedro para oir misa, acompañado de sus criados.

   Aguardaban en la puerta á que abriesen la iglesia cuando llegó al mismo sitio una turba de borrachos y mugerzuelas y empezaron à bailar al son de varios instrumentos. Sin motivo, sin provocación, principiaron à descargar sablazos sobre aquellos hombres indefensos; y los criados que fiaron su vida en los pies la salvaron; pero el malogrado D. Antonio que à un corazón bien puesto reunía la seguridad de su conciencia y la confianza de que respetarían su persona, fué cruelmente asesinado; resultando del reconocimiento practicado en el cadáver hallarse con seis heridas, una de ellas situada en la ingle, de esencia mortal.

La plaza en los años 40

   El efecto de horror y de indignación que semejante acontecimiento ha producido en esta ciudad es inesplicable: veíanse en todas partes corrillos y en ellos á hombres de calma y prudencia, producirse con el mayor calor: quién decia que la sociedad estaba disuelta: quién que la venganza debía tomarse por mano propia porque no habia tribunales que administrasen justicia ni autoridades á que demandar protección y amparo, y quién en fin, atribuía esta catàstrofe à la impunidad con que se hallan las leyes, y al premio que reciben los que atentan contra ellas, siendo los mejores medios de medrar siempre que los perpetradores se escuden con un dictado que debiera ser sagrado.

   Esta ciudad espera ansiosa el pronto castigo de este horrible asesinato, que hacen mas horroroso las siguientes circunstancias. Primera: Muerte alevosa y sin provocacion, hecha por mera diversión, como si se matase un perro. Segunda: Ser D. Antonio Robledo hombre pacifico, nacional de caballería desde la creación de esta, y muy querido y respetado por su posición, aplicación y conocimientos agrónomos. Tercera: Contarse entre los seis agresores cuatro milicianos nacionales. Y cuarta: Haberse repartido en noches anteriores no muy pocos palos por gente de la misma clase que deshonran el uniforme que visten, y que emplean el arma que llevan después de sus borracheras contra ciudadanos quietos é indefensos.

   Creemos que las autoridades no dejarán impune esta alevosa muerte para escarmiento, ya que el remedio es imposible. El pais ha perdido uno de sus mas útiles y laboriosos ciudadanos, y sus padres un buen hijo y un apoyo en su avanzada edad, quedándoles el triste y doloroso recuerdo de su desastroso fin.

   Esto decía El Católico:

   En la mañana del 27 de diciembre, hallándose acompañado de sus criados á la puerta de la parroquia de S. Pedro de Antequera esperando que la abrieran para oir misa D. Antonio Robledo y Checa, miliciano nacional de caballería, escelenle hijo y honrado ciudadano, se presentó en el mismo sitio una turba de borrachos y mugerzuelas, y empezaron á bailar al son de varios instrumentos.

   Sin motivo, y sin provocación alguna principiaron á descargar sablazos sobre los criados del D. Antonio, los cuales fiaron en sus pies su vida; pero aquel fue asesinado horriblemente, cuya catástrofe ha llenado de indignación á toda la ciudad.

   De los seis agresores cuatro son milicianos nacionales. Noches anteriores también repartieron no pocos palos hombres que deshonran el uniforme que visten y que emplean sus armas contra los ciudadanos quietos y pacíficos. ¡Bueno va todo!

   ¡Qué muerte tan inútil! 

Foto de año de 1942

   Continué indagando sobre el obelisco y encontré que se había realizado tomando como muestra el que preside la Plaza de la Merced de Málaga, bajo el que se encuentran sepultados los mártires que por defender la libertad de la Patria frente a la tiranía del felón Fernando VII, fueron fusilados en las playas malagueñas de San Andrés el infausto día once de diciembre de 1831: Torrijos y sus compañeros.

   En las mismas pesquisas me ocurrieron dos cosas más: por un lado averigüé que la oración fúnebre, o la elegía, inscrita en el obelisco había sido compuesta para la ocasión por el poeta, humanista y fraile exclaustrado en 1821 Juan María Capitán -nacido en Antequera en diciembre de 1789 y fallecido en Jerez de la Frontera en marzo de 1854-, quien había sido invitado a leerlo durante el acto de descubrimiento del monumento, pero le fue imposible asistir.

   Por el otro lado, la búsqueda me llevó a conocer y a leer una novela -mencionado más arriba- ambientada precisamente en esos años y que tiene como punto de partida el asesinato de este desgraciado joven. La novela, que recomiendo, se titula Un trienio en la sombra, escrita por el antequerano Antonio Jesús Pinto Tortosa y que narra lo sucedido en Antequera entre 1840 y 1843 usando de manera magistral los personajes principales de la Antequera de esa década y la situación político-social de la ciudad en esos días.

   NOTA: Fotos en blanco y negro:

      1ª- Archivo Histórico Municipal de Antequera. Signatura: DVD-667-502

      2ª- Biblioteca Cánovas del Castillo Colección Legado Temboury Archivo Fotográfico Signatura 410C

IHPMalagueñas

Málaga - 2021

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