El Diván
de Ponce fue un local de Málaga perteneciente a lo que hoy llamamos sector de
la hostelería. Era un café-bar que se hallaba ocupando local en dos edificios de la
Alameda, pero que tenía también entrada por la calle Martínez.
Sabemos que dicho establecimiento existía desde, al
menos, 1878 -como botillería-, ocupando un local que ocupaba el número seis de la Alameda, que en 1878 abarcaba los número seis y ocho de la dicha Alameda y que en 1894 estaba solo en el número cuatro, con salida a calle Martínez, en lo
que hoy es el número veintidós de esta calle y que con posterioridad quizás fue el que se
llamó Negresco.
No hay demasiadas noticias de este local, pues ni
siquiera viene mencionado en el libro Cafés de Málaga (...y otros
establecimientos), de D. Francisco Bejarano Robles.
Leyendo el otro día un periódico de hace unas cuantas
décadas, del veintinueve de mayo de 1963 para ser exactos, me topé con un
artículo que lo mencionaba y no puedo dejar de transcribir la parte de el
relativa al Diván de Ponce.
Se trata de un artículo escrito por D. José Carlos de
Luna.
D. José Carlos de Luna fue un escritor malagueño que nació el año de 1890 y que acabó sus prolíficos días en 1964, en la capital de España.
Ingeniero de profesión y enamorado de Cártama, desarrolló una pródiga carrera literaria de fondo popular y con grandes dosis de andalucismo, así como con ciertos recuerdos a Lorca y a Villalón.
Escribió ensayos de temática andaluza, comedia andaluza y algunos libros de poesía, como El café de Chinitas o El Cristo de los gitanos. Escribió mucho sobre Málaga y sus pueblos.
También era colaborador asiduo de algunos periódicos y precisamente en uno de sus artículos -el arriba reseñado- menciona al café llamado Diván de Ponce.
Dicho artículo, que como no podía ser de otra manera hablaba de Málaga, nos sitúa en los primeros años del siglo XX, tal vez los últimos de XIX, en el entorno de la Acera de la Marina y la Alameda, y es el siguiente:
"...En los recuerdos de mi ya remota niñez sobrenada el de un negro, el primero que vi en mi vida y que aun tengo por molde o patrón de todos los negros. Comprendo que esto es absurdo; pero ¡cuantos absurdos son meta en muchas carreras de olímpica brillantez!
Aquel negro se llamaba o le decían "Meri"; de edad indefinida, el pelo en pasitas blancas como zalea de abortón; los ojos amarillentos, y la complexión agigantada. Su oficio de limpiabotas, lo ejercía con prestancia y decoro en la Alameda Principal, de Málaga, en una de cuyas cabeceras instalaba su "establecimiento": un alto sillón tapizado de peluche granate al que se subía por una gradilla de tres pasos alfombrada de moqueta. Para "ejercer" embutía el negro corpachón en una butaquita de bejuco.
Su clientela, numerosa y distinguida, le pagaba espléndidamente, y los domingos y fiestas de guardar, el negro "Meri", vastido con un chaqué colipato y bombín de color canela, oía misa en la parroquia de San Juan; luego pasaba todo el día y las primeras horas de la tarde en la taberna del "chato Bueno", y ya encendidos los municipales faroles de gas, el negro "Meri", dignamente "ajumao" se trasladaba al sitio de su industria, y en la misma puerta del "Diván de Ponce" "intentaba" "sacar la piedra".
¿Ustedes no saben que eso es un danzón? Pues si; un danzón de negras remembranzas que "Meri" ejecutaba con minuciosidad de rito, acompañándose los pasos y cambios con una armónica que el tocaba entre estrofa y estrofa de la letra que la muchachada malagueña coreaba con muy cordial entusiasmo:
"Padre mío San Antonio - padre mío San Pascuá - esta piedra está muy jonda - y no la puedo sacá - ....."
Si en tiempos del "negro Meri" el Derecho Internacional hubiera definido "eso" del área geográfica, nadie tendría más ni mejores títulos que aquel para exigir la que, desde sabe Dios cuando, era su lugar de acción, de relación, de trabajo, de copas, de danzas,...
En fin; todo el solar entre lo que fue la Acera de la Marina y la calle del Ancla, y la botica de Caffarena, las casas uno y tres de la mencionada Alameda, y el extremo oriental de esta, comprendidas la fuente y la estatua del marqués de Larios.
La "figurativa" concesión poco habría obstaculizado el avance urbanístico, y sería un recuerdo colorista y una singular enseñanza la del "negro Meri", queriendo "sacar la piedra" todos los domingos y fiestas de guardar, correctamente vestido y ajumado. Esa piedra que los negros libres y autónomos de hogaño tal vez no lleguen a sacar nunca.
J. C. de L. "
Si alguien está interesado en saber algo más sobre el "negro Meri", puede leerlo en
http://documents.mx/documents/el-negro-meri.html
http://documents.mx/documents/el-negro-meri.html
IHPMalagueñas
Málaga - 2016
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