Lunes, catorce de enero de 1856, en el camino de Antequera hacia Cuevas de San Marcos nos encontramos con Gregorio Ariza, quien venía de cerrar un trato de venta de unas tierras.
Miraba Gregorio con preocupación el cielo, pues este se hallaba bien encapotado por unas nubes que amenzaban lluvia inminente. Si a esto le añadimos que había salido de Antequera a las cinco de la tarde, no solo le pillaría la lluvia, sino que también la oscuridad total, para la que ya faltaba poco.
Maldiciéndose por haber salido tan tarde, -¡quien le mandaría a el ponerse a hablar mas de la cuenta con aquel conocido!-, avanzaba lentamente por el camino y, como era previsible, empezó a llover, convirtiéndose al poco rato aquella fina lluvia en un fuerte aguacero.
Arreando al caballo y rezando para que este no tropezara en la oscuridad, avanzó lo mas deprisa que pudo, no percatándose que durante el trayecto se le cayó el saquillo de estambre donde llevaba el dinero cobrado por la reciente venta: 15653 reales y 28 maravedíes en monedas tanto de oro como de plata.
Por fin nuestro Gregorio llegó a Cuevas de San Marcos, a su casa, donde su mujer al verlo hecho unas sopas y reírse un poco a su costa, le trajo unas toallas y ropa seca, pasando a prepararle la cena calentita, porque aparte de venir mojado venía helado. Imagínense, lluvia, el interior de la provincia y en enero, ¡vaya combinación!
Tras reponerse, fue Gregorio a coger la bolsa con el dinero para ponerla a buen reacudo y cual sería su sorpresa cuando por mas que la buscaba no la encontraba.
-¡Ay Dios -exclamó compungido Gregorio-, con la lluvia, la noche y la carrera se me ha caído. Maldita sea, porqué me paré a hablar con aquel desconocido-
María, la mujer de Gregorio se alarmó al ver la cara desencajada de su marido y tras preguntar comprendió la gravedad del asunto, intentando calmarlo a la vez que rezaba con devoción a la Virgen del Carmen, patrona y alcaldesa de Cuevas de San Marcos, mientras gregorio soltaba maldiciones, ayes, peticiones al Altísimo, más maldiciones y más quejidos. Aquella noche no se pudo dormir en la casa de los Ariza.
-Tranquilo Gregorio -le dijo María-, mañana temprano sales para el cuartel de la Guardia Civil y das parte. Luego coges el caballo y deshaces el camino. Si está de Dios, encontrarás ese dinero-
-Tranquilo Gregorio -le dijo María-, mañana temprano sales para el cuartel de la Guardia Civil y das parte. Luego coges el caballo y deshaces el camino. Si está de Dios, encontrarás ese dinero-
Afortunadamente, se dio la feliz circunstancia de que el Sargento Gregorio González y el Guardia de 2ª clase Salvador García Castro, Guardias Civiles, hacían la ronda esa noche y como buenos Guardias Civiles no hacían caso de las inclemencias de aquella noche de perros.
Avanzaban por el tramo de camino que horas antes había recorrido nuestro infortunado Gregorio, acertaron a ver en al suelo algo parecido a ropa y que tras recogerlo resultó ser una saquillo de estambre con dinero, bastante dinero.
-Vaya -dijo el Guardia de 2ª-, alguien debe estar a esta hora que no cabe en la camisa del ataque que debe haberle dado-
-Vaya -dijo el Guardia de 2ª-, alguien debe estar a esta hora que no cabe en la camisa del ataque que debe haberle dado-
Asombrados por el hallazgo y tras intercambiar unas palabras más, continuaron su camino, el cual desembocó en el cuartel de Cuevas de San Marcos, depositando el saquillo en lugar seguro con la idea de llevársela al día siguiente al alcalde del pueblo y que este averiguara quien era su dueño.
Como ya se ha dicho, aquella noche nadie pegó ojo en casa de los Ariza y a la mañana siguiente, con el sol aun sin aparecer por la línea del horizonte, salió nuestro Gregorio aprisa al cuartel de la Guardia Civil a poner la correspondiente denuncia y para felicidad suya le informó el guardia que se hallaba en la oficina, que durante la ronda de la noche el Sargento y el Guardia la habían encontrado y depositado en ese puesto.
Loco de contento, Gregorio Ariza describió con pelos y señales el tipo de tela del saquillo, su color y la cantidad de monedas que portaba, tras lo cual y una vez firmado el recibo correspondiente, le hizo el Guardia entrega del dinero.
Tras poder localizar al Sargento y al Guardia que la encontraron, quiso Gregorio gratificarles con una onza de oro a cada uno, onzas que los Guardias, amablemente, rechazaron, aduciendo que solo habían cumplido con el deber y que como Guardias Civiles no podían aceptar el regalo.
Este suceso, no se sabe bien como, llegó a oídos de la prensa y a través de esta a los del Gobierno, quien tras las correspondientes deliberaciones y emocionado por el ejemplar comportamiento de estos dos servidores de la Ley y del Pueblo, determinó por Real orden condecorarlos y hacer una mención especial del suceso y de sus nombres con la firma de S. M. la Reina Isabel II en la Gaceta de Madrid.
Hacer mención que Gregorio González era Sargento 1º graduado y Comandante del puesto de Cuevas de San Marcos. El Guardia de 2ª clase Salvador García de Castro, también lo era de dicho puesto.
Lema de la Guardia Civil: El Honor es mi Divisa
FUENTE: Gaceta de Madrid, 24-1-1856, p. 1
IHPMalagueñas
Málaga - 2018
Este suceso, no se sabe bien como, llegó a oídos de la prensa y a través de esta a los del Gobierno, quien tras las correspondientes deliberaciones y emocionado por el ejemplar comportamiento de estos dos servidores de la Ley y del Pueblo, determinó por Real orden condecorarlos y hacer una mención especial del suceso y de sus nombres con la firma de S. M. la Reina Isabel II en la Gaceta de Madrid.
Hacer mención que Gregorio González era Sargento 1º graduado y Comandante del puesto de Cuevas de San Marcos. El Guardia de 2ª clase Salvador García de Castro, también lo era de dicho puesto.
Lema de la Guardia Civil: El Honor es mi Divisa
FUENTE: Gaceta de Madrid, 24-1-1856, p. 1
IHPMalagueñas
Málaga - 2018
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