Historia Provincial Malagueña

Amigos visitantes, con estas páginas que siguen pretendo dar a conocer un poco de la riquísima y variada historia del paisaje y del paisanaje de la siempre sorprendente provincia de Málaga.

Espero que les aproveche y gracias por acercarse a estas líneas.

martes, 29 de agosto de 2017

VIENTO TERRAL DEVASTADOR. VÉLEZ MÁLAGA, JULIO DE 1844.

   Desde tiempo inmemorial celebraban los frailes franciscanos de Vélez Málaga un jubileo durante los primeros días de Agosto. 

   La mucha concurrencia que desde los pueblos comarcanos se agolpaba en esta fiesta religiosa, dio lugar a que se formara, casi de forma espontánea, una especie de mercado, que andando el tiempo fue tomando mayores dimensiones, hasta que el 15 de Agosto de 1842 se pidió y obtuvo del gobierno una autorización para establecer una feria.  

   Contentos, muy contentos, estaban los habitantes de Vélez Málaga y su comarca cuando recibieron la noticia de que, ¡por fin!, el siguiente día veinticinco, el Regente del Reino se había dignado firmar la resolución por la cual se le concedía permiso a esta ciudad axárquica para celebrar una feria ganadera anual, a realizar los días 29 y 30 de septiembre y el 1 de octubre. Tres días de animación, negocio, algarabía y trasiego de gente.  

   No solo encontrábanse en la feria productos agropecuarios, no, si no que también, aprovechando la dilatada concurrencia, se ofrecía al público juguetes de barro, calderería, quincalla, hierros de labor, platerías,..., y los mesones, tabernas y casas de comida y de huéspedes hacía su agosto.

   Pero ocurre que a veces la Providencia parece que se complace en afligir a los pueblos y muestra de ello es lo que ocurrió en la comarca de Vélez Málaga en julio del año de 1844, ni dos años después de aquella buena noticia.

   Pues ocurrió, señora, señor, público todo, que en los días 16, 17 y 18 de ese mes de julio, se sucedieron de forma continuada unos fuertes vientos del norte y de levante, tan ardientes y tan devastadores que su acción dejó completamente asoladas las viñas de toda la comarca, quemando sin piedad el esquilmo aun tierno, privando así de la esperanza que aun quedaba en los agricultores de poder ganar algo después de las muchas pérdidas sufridas en la cosecha de ese malhadado año.

   Faltaron palabras para describir el tristísimo aspecto que presentaban aquellos campos; por todas partes no se oían más que lamentos, siendo general la consternación y el desaliento. 

   Los ancianos del país comentaban, moviendo la cabeza con tristeza y asombro, no haber conocido otra calamidad igual. Sí, año había habido en que ya una parte, ya otra, habían sufrido las cosechas quemas parciales, pero desde luego ninguno de aquellos recordaba que hubiera habido tan general estrago, habiendo sido éste más considerable en los puntos donde batieron los vientos mas de lleno. 


Secadero de pasas en la Axarquía.

   Fueron incalculables los perjuicios y enormes las pérdidas sufridas por aquellos viñeros, cuya principal, y en muchos casos exclusiva fuente de recursos y riqueza, consistía en la pasa, y para que el lector se pueda formar una idea de la magnitud de la catástrofe, baste decir que, por ejemplo, a un solo propietario de los medianamente acomodados, se le calcularon las pérdidas en 4o.ooo reales, quedando por consiguiente arruinado. De modo que ya nos podemos imaginar como quedaron los menos acomodados.

   Llenos de pavor, los afectados empezaron a ver las nefastas consecuencias de la catástrofe y, en su desesperanza, comenzaron a preguntarse, sin hallar respuesta plausible, que  cómo iban a satisfacer estos propietarios sus deudas, que cómo iban a pagar las contribuciones, que cómo iban a poder alimentar a sus familias, privadas como se hallaban de recursos. Que si era justo que de un plumazo, sin comerlo ni beberlo, un mal viento les arrebatara el fruto de su esfuerzo. ¡Maldito terral! 

   Al Gobierno volvieron sus ojos, pues a este tocaba entonces tender su mano benéfica y paternal  para atender los clamores de aquellos infortunados pueblos, los cuales no tardaron en elevar un justo y respetuoso clamor implorando algún alivio que remediara su miserable situación. 

   Pero ¡ay! se habían sufrido ya tantos chascos, tantas decepciones, y se desconfía tanto de las promesas reiteradas de bienes materiales por parte de quienes tenían la obligación de socorrerlos en esas situaciones, que no se creía fuera a surtir entonces mejor efecto que otras veces.....

IHPMalagueñas
Sierra de Yeguas - 2017

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