Esto que traigo hoy, es un chascarrillo escrito por el cronista malagueño NArciso Díaz de Escovar, en 1921.
Esperamos que lo disfruten.
El Arroyo de las Cañas
— Compare, quié
osté icirme aonde van tantas jembras barbianas, contoneando sus cuerpesillos y
con esas caras do Domingo de Resurrecsión
Esta pegunta me hizo en Málaga, en un día do
Pascuar de Navidad, un banderillero de la cuadrilla del Rubito de Utrera, que
me había recomendado un antiguo amigo mío, ganadero lie Sevilla, para quo lo
defendiese en cierto lío de curia, por mor do unas faldas, adonde sus
pecadillos lo llevaron. En pocas frases, lo contesté:
—Esas barbianas,
como usted dice, van al arroyo do las Cañas.
—¿Y por aónde
corre ese arroyo tan favoreció?
—No lejos del
Camino de Olletas, y muy cerquita del Guadalmedina, de ese río que siempre está
seco y que cuando dice allá voy nos
hace pasar á los malagueños la pena gorda. Ese arroyo, y su compañero el de los
Ángeles, son dos sitios de expansión que en estos días de Pascuas escogen los hijos
de la tierra de los boquerones para echar sus canitas al aire, olvidar la carestía
de las subsistencias, reírse un rato y, si viene á pelo, oír unas malagueñas
bien cantadas y beberse una botella de vino solera.
— ¿Y no
podríamos dar con nuestros huesos en ose arroyito?
—-¡Ya lo creo!
El tranvía do Olletas nos facilitará la mitad del camino, por una porra gorda,
y ya verá usted cómo no se aburro.
Dicho y hecho. Veinte minutos después
estallamos en el famoso arroyo. Antes, los malagueños, en los días de Pascuas,
se congregaban en las playas de la Caleta a probar las clásicas moragas y a
enflaquecer la bota de olorosa manzanilla. Pero los proyectos de ensanche
fueron transformando aquellos terrenos con arreglo al proyecto de ingeniero Sancha
y se poblaron de jardines bien cuidados, de hoteles suntuosos, de casitas de
recreo y de parques á la inglesa.
El pueblo quedó á poco desterrados de
aquellos lugares, y en vez de protestar, se resigno y se fue humilde á otro
sitio, donde faltaba el mar y las moragas, poro donde había espacio mayor para
organizar fiestas y juegos.
Sólo quedó un cauce estrecho, seco y
maloliente, unas playas raquíticas y sucias y algunos que otros tenduchos, que
poquito á poco se fueron cerrando por falta de clientela... El pueblo buscó
entonces nuevo acomodo y puso de moda el arroyo do las Cañas y su vecina la
Fuente de los Cambrones.
¡Y poco que no agradeció el banderillero que
lo llevase á ese escenario do la alegría de este rinconcito de la tierra de
María Santísima!
Todo forastero que tenga buen gusto debe
esos días tradicionales visitar el arroyo y sus cercanías.
Aquí, un grupo de percheleras, enrojecidos
los rostros, palpitantes los voluptuosos senos, brillantes los hermosos ojos,
juegan á la gallina ciega ó al pilla, pilla, haciendo murmurar á más de un
transeúnte:
—Chiquilla,
quien te pillara!!
Bajo una higuera que se salpica de los primreos
verdes retoños, ó los besos de este sol de privilegio, un flamenco rasguea su
guitarra, y una muchacha de ojos picarescos, talle cimbrador y pies diminutos,
se baila y se canta un tango de la tierra, que sus compañeros aplauden,
mientras los mozuelos requiebran á la bailadora y lo arrojan los anchos
sombreros.
A la sombra del alto y enrojecido muro de
un viejo puente que los años no consiguen derribar, una morena de esas que quitan el sentío, entona una afinada
copla de malagueñas.
Por la llamada cuesta de la Risa, entre
bromas y frases de ingenio, deslíanse unas atrevidas muchachuelas, que procuran
ceñirse los vestidos para robar entretenimientos á los ojos codiosos de los que
al pie de la peligrosa cuesta sueñan en aprovechar un resbalón ó un descuido,
mientras las viejas gruñen y regañan á las que no quisieron bajar por otro
lugar de menos... exposición.
Un tropel de mozalbetes, alentados por el vino
de la ya vacía damajuana, que dos do olios conducen, expresan su contento dando
gritos y cantando desafinadamente.
No faltan idilios amorosos de felices
parejas que buscan asiento al pie de los árboles para hacerse juramentos, quo
probablemente no cumplirán, y arrullarse como la parejilla de jilgueros que de
rama en rama revolotea celebrando su libertad y entendiéndose en su idioma de
armonías no traducidas.
Tranquilas familias de obreros forman
corros, sentados en el suelo. Con tres ó cuatro piedras gruesas improvisan una
hornilla, traen leña, encienden llamas y sobre ella colocan la ancha cazuela de
barro donde entre granos de arroz y pedazos de lomo se preparan, para ser más
bien devorados que comidos, los trozos del pollo ó pavo sacrificado en celebración
de las Navidades. Todo es vida, alegría, risa, juventud, broma y
despreocupación. En esa fiesta se encuentra todavía algo del clasicismo
andaluz, que va desapareciendo.
Llegó la hora del regreso.
Junto á nosotros
pasan aquellas mismas graciosas jembras que despertaron la curiosidad del
torero.
Van cogidas del brazo unas a otras, más
encendidas las rosas de su cara y menos airosos los movimientos. Se nota el
cansancio y la preocupación de haber, sido tan breve la alegría pasada.
También el banderillero va.
Me permito preguntarle:
—¿Cómo es eso?
¿No lo ha gustado esa nota de color y brillantez del arroeyo do las Cañas?
Me miró con fijeza, y replicó:
—Lo que me pone
tristón es pensar que me tengo que largar mañana y no pueo golver otra
tardecita.
NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR Málaga, Diciembre
1921.
La Esfera,
24-12-1921, P. 25
Nota: La foto está tomada del grupo Solo Fotos Antiguas de Málaga (https://www.facebook.com/groups/solofotosantiguasdemalaga/)
IHPMalagueñas
Málaga - 2021
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