Historia Provincial Malagueña

Amigos visitantes, con estas páginas que siguen pretendo dar a conocer un poco de la riquísima y variada historia del paisaje y del paisanaje de la siempre sorprendente provincia de Málaga.

Espero que les aproveche y gracias por acercarse a estas líneas.

sábado, 12 de julio de 2025

EL ESCUDO DE ARMAS DE ANTEQUERA. UN ARTÍCULO DE ABRIL DE 1930

   En la revista Antequera por su amor, en su número de abril de 1930, aparece un artículo titulado El escudo de armas de Antequera, escrito por José María Fernández, con profusión de datos y algunas imágenes y que por parecernos interesante lo transcribimos íntegro a estas páginas. (Esta revista se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Antequera, su propietario)

   Esperamos que les resulte interesante.

    Se ha fantaseado mucho sobre el significad o del blasón de Antequera , consiguiendo sólo embrollar al fin lo que al principio aparecía harto claro; que los temas heráldicos fueron siempre propensos a la divagación y al disparate.

   Como el lector ve y todo el mundo sabe, las empresas del escudo mencionado son: un león rampante, una jarra de azucenas y un castillo de tres torres. No existe en el Archivo de la ciudad, ni hay noticia de que en ningún tiempo haya existido la presunta concesión original de tales armas, ni traslado ni referencia alguna acerca de ello, que de haberla habría seguramente dado la explicación de los símbolos heráldicos; bien que estos, por lo demás, aparezcan a la mirada libre de prejuicios, absolutamente claros.

   Conserva, sí, en cambio, el riquísimo Archivo Histórico local, tan poco estudiado hasta ahora, diversas representaciones del blasón citado, de distintas épocas y muy desigual valor artístico; y, caso extraño, la primera de aquellas cronológicamente, la más valiosa por autenticidad y primacía y la belleza de su arte, ha permanecido ignorada siempre, escapando a la mirada de eruditos y curiosos, a pesar de hallarse en documento importantísimo y a la vista de todos en la propia vitrina del Archivo.

   Rara inadvertencia únicamente explicable por la pequeñez excesiva del dibujo y lo decolorado y desvaído de la tinta. Enriquece tan precioso escudo la cabecera de la confirmación del privilegio de Antequera por Enrique IV, otorgada en Úbeda en Septiembre de 1458. 

   En el centro, en campo blanco, aparece una gran jarra con tres varas de azucenas -corta y ya muy borrosa la de en medio- abiertas y en capullo; flanquéanla un león rampante, sin corona, mirando a la izquierda y hacia fuera, como en el tercer cuartel del escudo de España, y un castillo de oro de tres torres; el león y el castillo asaz pequeños a proporción de la jarra. No tiene ésta aspecto de cerámica -terraza- sino mejor de obra primorosa y elegantísima de orfebrería o platería de puro estilo gótico. Excepto el castillo, de oro, escudo y empresas están simple y finamente delineados con tinta. No lleva el escudo inscripción ni cifra alguna.

   Siguen en antigüedad al escudo descrito, las armas de un famoso pendón del Concejo antequerano, creído, por error, tradicionalmente el auténtico que a la villa dejara el Infante a raíz de la Conquista... 

    Y hagamos ahora, ya que hay oportunidad para ello, una aclaración. Hace ya muchos años publicó el Sr. Amador de los Ríos (D. Rodrigo) en «La Ilustración Española y Americana» , un vago trabajo acerca de este pendón, lleno de contradictorias e insólitas conjeturas y caprichosa s negaciones. 

   Desde luego y aun no existiendo otras razones que invalidaran en todo, como veremos, el artículo del señor Ríos, habría que desechar la hipótesis por él propuesta y refutada de que los leones y castillos de ambas caras de la enseña pudieran haber figurado originariamente en los cuatro cuarteles de un guión real. 

   Y esto no, ciertamente, por carecer de corona los leones, como arguye el señor de los Ríos -que aunque otra cosa él creyera esa es la forma en que con más frecuencia aparecen figurados aquéllos en el blasón de los reyes de Castilla, desde Fernando III hasta Enrique IV y aún mucho después-, sino porque de ser así cuartelados habrían resultado los leones (por estar ambos vistos del lado derecho) mirando uno y otro a sus respectivos castillos, forma en absoluto inusitada e inadmisible, no ya sólo en el blasón castellano sino en heráldica general. Además, salta a la vista la perfecta unidad de estilo de las figuras, y hay testimonio fehaciente de que su colocación fué siempre la misma, como tal pendón de la ciudad, del cual sólo se ha renovado en diversas ocasiones por deterioro, el paño del fondo.

   Si descontando, pues, las afirmaciones todas del señor Ríos, y la tradición de origen arriba aludida, nos preguntamos ahora, cuándo se hizo este pendón, el revelador lenguaje de las formas artísticas parece respondernos que hacia fines del siglo xv o acaso en el primer tercio del xvi. Y sin embargo, y perfectamente acorde con la tradición admitida, sabemos que Antequera poseyó un pendón que le dejó su glorioso conquistador el Infante don Fernando.

   En el acta de proclamación de D.a Juana y D. Carlos (27 de Abril, 1516) inserta en el segundo libro del cabildo de esta ciudad, se dice 

   «que mandaron los caballeros del Concejo que fueren traídos los pendones questa cibdad tenía a las casas de dicho cabildo, especialmente el pendón antiguo que ovo dexado el poderoso e católico infante don Fernando, de gloriosa memoria... con que la ganó de los moros enemigos de nuestra santa fe católica.. e asi mesmo el pendón que la cibdad ovo fecho para sus guerras e asonadas que en algunos tiempos esta cibdad tovo con los dichos moros».

   Y luego, en 18 de noviembre del mismo año, con motivo del levantamiento de Málaga contra el almirante D. Iñigo Manrique, manda la ciudad que se pregone, que los peones que los jurados señalaren estén apercibidos -para la ida a Málaga en socorro del Almirante, cercado por los revoltosos en Gibralfaro- y elige por capitán de la dicha gente a Fernando Chacón, alguacil mayor, y manda que lleve

  « ...el pendón nuevo de la ciudad».

   Este pendón nuevo -entonces-, es decir, aquel que la ciudad hizo para sus guerras y asonadas, podría ser, el que por error, desaparecido no sabemos cuándo ni en qué circunstancias el antiguo, se creyó después el que dejara el Infante.

  Pero hay todavía un acta posterior que desconcierta aún más. En 1 de octubre de 1534 se acuerda por la ciudad 

   «que del tafetán que Iñigo de Arroyo compró en la ciudad de Granada se haga una bandera con las armas de la cibdad.» 

   Y cabalmente, a ninguna fecha como la última mentada, cuadra tan bien el estilo plenamente renacentista de la jarra, y el característico león con mechones en las conyunturas de los miembros posteriores, inspirado en el de Borgoña, no anterior en España al blasón de Felipe el Hermoso; es decir, a los albores del siglo XVI.

   Custodia el Archivo municipal un bello cuanto valioso estandarte de terciopelo carmesí bordado de oro e imaginería de sedas policromas, que fué de la antigua cofradía de Santa María de la Cabeza, desde hace muchos años extinguida. 

   En la cara posterior ostenta, bordadas y superpuestas las armas de la ciudad con ciertas arbitrarias novedades: tales como la imagen de la patrona de Antequera, Santa Eufemia, surgiendo entre azucenas sobre la jarra; la bandera de la Cruz ondeando en la torre central del castillo, y el campo del escudo, o mejor dicho, del círculo o medallón donde se hallan inscritas las empresas, tachonado de estrellas. El orden de dichas insignias heráldicas sigue todavía en este ejemplar (1591) siendo el mismo: el castillo a la izquierda—la derecha del espectador — y el león, naturalmente, a la diestra.

   En la portada de cierta curiosa y ya rara edición local del privilegio de Antequera, impresa en esta ciudad por Claudio Bolán en 1600, figura otro escudo reproducido asimismo en este trabajo. 

   Ofrece nuevas variantes. Las tres empresas no están en éste, como en los escudos anteriores, libres en el campo o fondo del escudo, sino caprichosamente apoyadas en el suelo. La jarra con las simbólicas azucenas es de forma renacentista, pero pesada y sin gracia, de pie gallonado y asas enroscadas. El castillo, de planta circular, con tres torres encaperuzadas; harto mezquinas las laterales, rematando las tres en ondeantes banderitas. Tiene aquél tres puertas y en los muros muchas saeteras, óculos y rombos. El león -alimaña de imposible clasificación zoológica- luce, por primera vez en el blasón antequerano, una enorme corona en la cabeza.


   El dibujo de los emblemas descritos, como puede verse en la reproducción adjunta, es feo e infantil, sin siquiera noción de perspectiva. En la parte inferior del escudo aparecen ahora también por vez primera las iniciales A. T., y una rúbrica inexplicable: acaso la del autor del diseñ o o grabado. 
 
   Este escudo ofrece la curiosa particularidad, que puede comprobar el lector cotejándolos, de haber sido modelo inspirador del que figura pintado a la aguada, con exquisita delicadeza, al frente del privilegio perpetuo de exención de alcabalas otorgado a Antequera por Felipe III en 1618. El hábil artista, corrigiendo cuanto pudo el defectuosísimo modelo que le facilitaron, hizo un trabajo primoroso, si bien inexacto desde el punto de vista heráldico: parece el escudo como cortado de azur y sinople.  


   Y veamos, para terminar la serie, cómo se representó el blasón antequerano en tiempos más modernos, ya en pleno barroquismo. 

   Enriqueciendo un padrón de caballeros hijosdalgo de Antequera (1707) hay en el Archivo municipal un escudo de la ciudad chapuceramente pintado a la aguada y encuadrado por cartela de hojarasca, (carmesí, gules y sinople), con la rara novedad de una áurea corona floronada, enriquecida con piedras preciosas. 

   Osténtase en este ejemplar, por primera vez partido de gules y blanco el escudo antequerano, forma inusitada y arbitraria que ha prevalecido -seguramente por ser éstos los tan conocidos colores heráldicos de Castilla y León-, induciendo a error a todos los que posteriormente pintaron por encargo oficial el escudó tantas veces mentado, y hasta alguno, por cierto, harto consciente de lo que hacía.

   Otras diversas variantes se notan en el ejemplar que describimos. El castillo no es de tres torres, como siempre se le representó, sino de una sola de tres cuerpos. Las iniciales A. T. Q. y el lema POR SU AMOR están, como el lector puede observar, fuera del escudo y cartela, campeando en el fondo del recuadro.


    
La jarra, con pie, cuello y asas de oro y cuerpo que pretende ser de cristal o plata, apoya, o mejor, surge de la punta del escudo, todo torpe o desgraciado. 
 
   Una piadosa tradición, recogida por los analistas de Navarra, cuenta que, cazando en tierras de Nájera el rey García -el de Atapuerca- una mañana del año de 1044, persiguiendo a una perdiz que huía asustada de un azor, penetró en cierta gruta, donde súbitamente ofrecióse a los ojos atónitos del monarca navarro, un espectáculo singular y maravilloso. 

   En lo hondo de la cueva y en rústico altar, vió una imagen de la Virgen María (*), y a sus pies una lámpara y un esquilón. Juzgando don García milagroso aviso del cielo aquel hecho, hizo a poco edificar en el lugar mismo de la aparición un santuario para la Virgen y un grandioso monasterio -el de Santa María la Real de Nájera, pero no el que subsiste- que entregó a los benedictinos cluniacenses: y, para más honrar y perpetuar el recuerdo de la aparición que él juzgó prodigiosa, instituyó bajo su amparo la primera orden de caballería que hubo en España: la de la Terraza o de la Jarra, para combatir a los sarracenos y proteger a las doncellas, y dió a los caballeros, cual insignia o divisa de sus collares, la simbólica jarra de azucenas de Santa María. 

   El Infante de Castilla, don Fernando, ganador glorioso de Antequera—que al decir de su biógrafo, el discutido e incierto autor de la «Crónica de Juan II», Alvar García de Santa María, Pérez de Guzmán, o quien sea—,«era muy devoto e rezaba continuamente las horas de Nuestra Señora, en quien él había muy grande devoción», restauró en Castilla, siglos después de instituida por García de Navarra, la orden de la Terraza, esencialmente mariana, según acabamos de ver. 

   Y he aquí, a este respecto, la más autorizada noticia: 

   El insigne prosista Fr. José de Sigüenza dice en su «Historia de la Orden de San Jerónimo», al narrar la vida de Fr. Juan de Soto de la Nava, confesor del Infante don Fernando y prior del monasterio de la Mejorada, que le acompañó en el asedio de Antequera, que

   «había instituido -el Infante - pocos dias antes en Medina del Campo, año de mil cuatrocientos y tres, cierta orden de caballería que se llamaba de la Virgen Nuestra Señora, por la gran devoción que la tenía». 

   Añade que 

   «...traían -los caballeros de dicha orden- por insignia o empresa, una jarra -terraza- con unos lilios blancos, que llamamos en Castilla, azucenas; nombre hebreo que quiere decir flor de seis hojas (que no tienen más todas las diferencias de lilios que conocemos). Con esta consideración hizo bordar ricamente en campo blanco su estandarte, con la Virgen María puesta de rodillas, recibiendo la bendición del Padre Eterno, y a un lado la divisa de la jarra de las azucenas, que (como todos saben) son símbolo de la esperanza (*), dando a entender que en este vaso purísimo consiste la esperanza del mundo, y también porque son los lilios la primera y más hermosa flor que nos muestra la venida del verano y sus frutos, y nos da estas ciertas esperanzas. 

   Por esto -prosigue el padre- el devoto Infante, por consejo de nuestro Fr. Juan, labró este estandarte real con la imagen de aquella Reina en quien tenía puestas todas sus esperanzas, que fué ingeniosa y santa empresa».

   De regreso en Castilla D. Fernando, hizo algunas ofrendas al monasterio de la Mejorada, del que fué siempre espléndido benefactor. 

   «Entre otras cosas señaladas que dió -sigue el mencionado padre- fué el estandarte y pendón real que llevó en la guerra. 

   Esta afirmación del padre Sigüenza, tan escrupuloso en sus investigaciones, y tan conocedor del monasterio de la Mejorada -jeronimiano como él-, parece contradecir lo transcrito arriba, del acta de proclamación alusivo al estandarte.

   Resumiendo: la bellísima empresa heráldica antequerana dice, pues, y proclama, que POR AMOR (**) de la Virgen María, simbolizada en la jarra de inmaculadas azucenas, los reinos unidos de Castilla y León, es decir la monarquía castellana, personificada en el devoto y heroico Infante don Fernando, rescató del yugo sarraceno a la fuerte y codiciada Antequera.

                                                                                                                        José Mª. Fernández


(*) Santa María de la Esperanza se llamó la secunda parroquia de Antequera, donde fué instituida la Colegiata y cuya imagen se venera hoy en la Iglesia Mayor de San Sebastián.  

(**) El lema «Por su amor» se ve inscrito con todas sus letras en góticos caracteres de azul y plata, en la banda que ciñe el cuerpo de la jarra del histórico pendón del Concejo local, reproducido en este artículo. 


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Málaga - 2025

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