El charrán malagueño fue una figura, un personaje de la Málaga de antaño, que crecía en la inclusa y con pocos años de edad era echado a la calle a buscarse la vida, una vida bastante dura y penosa, aunque con fecha de caducidad, pues cuando cumplían cierta edad, normalmente solían encontrar trabajo e incluso crear una familia, siendo pocos los que pasaban a la delincuencia o a la mendicidad.
Atendiendo a
este término, me atrevo a aventurar que su origen debe situarse en la Málaga
musulmana, al menos si hacemos caso a la etimología de la palabra charrán, que
es probable que proceda de la árabe hispana sarral,
que se traduciría como vendedor de jureles, adoptándola los cristianos tras la
conquista y llamando así a los vendedores malagueños de pescado que transportaban
en espuertas.
El paso del tiempo llevó a que dicho sarral - charrán, para la mayor comodidad, acabara añadiéndole las cuerdas con las que llevaría dichas espuertas colgando de los hombros primero, de los antebrazos después y de las muñecas por último al ir vendiéndose el pescado y disminuir el peso.
Ya en tiempos más próximos, estos cenachos que colgaba de los brazos como quien va a bailar al baile inglés,
eran fabricados por mujeres sentadas en el suelo de cualquier tienducho del
barrio de la Pescadería o de cualquier otro punto de la costa malacitana, desde
El Palo al Guadalhorce, aunque es probable que esto fuera una costumbre
secular.
Debido al ambiente del que solían proceder
los charranes, esta palabra sirvió también para designar al pillo y al tunante
que pululaba por las calles malagueñas.
El dibujo, sacado de un libro del siglo XIX,, hace referencia al charrán malagueño antes de convertirse en una persona formal, en un trabajador y padre de familia.
Málaga - 2021
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