Buenos días.
Aquí traigo un nuevo chascarrillo escrito por el cronista malagueño Narciso Díaz de Escovar, de su serie Cosas de mi tierra. Esperamos que lo disfruten.
Buen cuerpo, cómo que fue cabo de gastadores cuando prestó servicio al rey, buenos ojos y buenos andares, tenía Pepe el de los «Morcillones», muy querido en el barrio de la Trinidad, donde en su época, pues ya había pasado de los treinta años, fue el preferido de las mocitas y el coco de las mamas, que tenían datos fehacientes de cómo las gastaba mi hombre en cuestiones de amoríos y de su inconstancia probada, que hizo llorar á más de una soltera.
Pepe trabajaba en una de las compañías del Muelle, y cuándo el trabajo escaseaba, no perdía el tiempo ni el jornal, pues se dedicaba á la venta de morcillones, boquillas de la isla y otros mariscos, por las calles de la ciudad.
A esta industria debía el apodo con que se le conocía, y que jamás le produjo molestia alguna, antes bien lo aceptaba como si de un título nobiliario se tratase.
Mi hombre tenía sus defectos, pero ninguno tan grande como su afición desmedida al zumo de las uvas.
Todas las noches "copeaba" de lo lindo; y al llegar un día festivo, comenzaba á recorrer estaciones, y de taberna en taberna, visitaba todo lo más florido del gremio de expendedores de vino, dejando en cada visita una perra gorda á cambio de un vaso de vino-Málaga» adulterado.
Al llegar la noche, algún amigo cariñoso y paciente, lo conducía casi arrastrando á su sala de la calle del Carril, ó con los peores modales cuidaba algún municipal de buscarle cama en la Prevención, donde ya todos le conocían, mirándole como competidor del famoso "Botáco", tan popular en los barrios malagueños.
Llegó la tarde del Corpus, y Pepe el de los Morcillones quiso celebrar la fiesta con toda solemnidad, no sólo por consideración al día, sino por la buena venta que había hecho aquella misma mañana, gracias á unos rumbosos botijistas que á buen precio se quedaron con toda la mercancía para obsequiar á sus parientes y amigos de Alcaudete.
Pepe cogió una "mona" descomunal. Dando traspiés pudo llegar hasta el "jondilón" de la Plaza de la Merced; pero allí se rindió á discreción y cayó al suelo hecho un pellejo. ,
Corrieron á levantarle Paquillo el mozo del establecimiento, y dos veteranos consumidores que allí se encontraban, pero todo en balde, el de los Morcillones no daba cuenta de su persona; ni se movía, ni hablaba.
En esta situación, llamaron á Manolo el sereno, que dejando el diálogo interesante que sostenía con un vecino de la calle de la Victoria, con el chuzo en una mano y el farol en otra, acudió á cumplir sus autoritarios deberes.
Viendo Manolo el estado de aquel hombre, se le ocurrió para que volviera en sí, rociarle la cabeza y cara con agua. Dicho y hecho
El dependiente le proporcionó un jarro que rebosaba, y aquello fue una ducha. El borracho, impasible, á pesar de que lo pusieren convertido en un surtidor.
Nueva ducha mayor que la de antes.
Entonces Pepe hizo un movimiento.
El baño había hecho efecto.
Abrió los ojos, miró al sereno y se sintió empapado.
El agente de la autoridad se apresuró á decirle: —¡Vamos para arriba!
— ¡Si no pueo, si no pueo!—replicó Pepe. —
— Está bien. Díme, ¿cómo te llamas? —
— ¡Como osté quiera, señó sereno! —
— ¿Te estás burlando, granuja? —
Entonces Pepe con tono sentimental, exclamó:
—¡No es eso, compare! Es que como me está osté bautizando, yo le permito que me ponga el nombre que le dé la rial gana.—
NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR
IHPMalagueñas
Málaga - 2021.
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