Hallábame
paseando a primera hora de una fría y despejada mañana de diciembre por la
incomparable ciudad de Antequera, cuando en mi deambular por las sorprendentes
calles de la ciudad enfilé por la calle Calzada, deteniéndome a mirar el
escaparate de un obrador de confitería que a esas horas tempranas ya exhibía
los ricos mantecados, polvorones, bocaditos y otras especialidades típicas de
la repostería antequerana, y tras permitir a mi boca hacerse agua y a mi
estómago gruñir durante un rato, continué mi paso hasta llegar a la plaza de San Francisco,
donde está el mercado y a su lado el antiguo Real Convento de San Zoilo,
conocido popularmente como de San Francisco y declarado como monumento
histórico artístico de carácter nacional, hoy sede de la biblioteca pública
municipal y donde en alguna ocasión he entrado en busca de información para
algunos de mis trabajos.
Me detuve unos instantes a observar
detenidamente el edificio y me dije que
tenía que entrar en él otra vez, pues en su patio hay una fuente que quiero ver
y fotografiar. Tras esto, continué mi paseo por la calle de Santa Clara, admirando
a mi paso el imponente edificio del antiguo convento de Santa Clara, edificado
en el primer tercio del siglo XVII y hoy sede del Centro Cultural Santa Clara, llegando
hasta el final de calle.
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Capilla-tribuna de la Cruz Blanca |
Al
llegar a este punto y haciendo esquina a mi izquierda con la calle Lucena,
encontreme la barroca capilla-tribuna de la Cruz Blanca, a la cual dediqué una
detenida observación, pues la verdad es que merece la pena pararse y
contemplarla. No es que sea un monumento de esos que te cortan la respiración y
te dejan impresionado, pero si es un tipo de monumento o construcción lo
suficientemente curioso y poco habitual como para dedicarle un rato a su
observación y en mi libretilla apunté que tenía que informarme sobre ella, lo
cual hice al llegar a casa y así supe que su construcción data de entorno al
año de 1774, que es bastante probable que su erección fuera encargada al
alarife Martín de Boga, que está dedicada a la Virgen del Socorro, titular de
la llamada "Cofradía de Arriba", y que es lugar de parada de las procesiones
del Viernes Santo antequerano.
Observándola se ve que
se trata de una construcción más bien sencilla, del tipo, llamémosle, popular,
que presenta una planta trapezoidal y muy bien integrada en el cruce de las
calles Cruz Blanca, Santa Clara y Lucena. Está construida a base de ladrillo
visto, con elementos manieristas y de los llamados tardobarrocos y que combina
arcos de medio punto en la planta baja con escarzanos en la superior. El tejado
es de tejas y a cinco aguas. La verdad es que a pesar de su sencillez, me gustó
mucho y es por ello por lo que me detuve mas rato en
deleitarme con su observación.
Tras esto, pensé en seguir la calle adelante, pues al
final se me aparecía otra iglesia, pero antes de eso y teniendo conocimiento
que a la vuelta de la esquina tenía otra iglesia más cerquita, la de San Pedro,
decidí ir primero a verla y, así, encaminé mis pasos hacia ella.
Entré por tanto en la
calle de San Pedro y no llevaba andados más que unos pasos cuando a mi derecha
se abrió una placita donde se encontraba la iglesia, la cual estaba ya presto a
observarla y entrar a verla si es que estaba abierta, pues ya me habían dicho
que merecía la pena admirarla, pues entre otras cosas se cubre con bóveda de
crucería gótica y no con armaduras mudéjares, pero para mi sorpresa me
encuentro con que la plaza tiene algo más que ofrecer aparte del templo, pues
sobre un pedestal de dos escalones se erigía enhiesto e impertérrito al paso
del tiempo un obelisco, antaño coronado por una cruz y que hoy brilla por su
ausencia, el cual estimo que entre cinco y seis metros de alto y muy interesante
y atractivo.
Así pues, asombrado por el inesperado
descubrimiento y olvidándome de la iglesia, me acerqué a contemplarlo desde los
cuatro puntos cardinales y observando que sus caras se encontraban grabadas me
acerqué a leerlas, pero no pude hacerlo en condiciones, pues entre que no estaba
muy marcada la inscripción, la poca luz que aun había y la dificultad para
acercarme a leerla porque la plaza estaba en obras y el obelisco rodeado con
una valla, me resultó prácticamente imposible leerlo.
Lo
que si conseguí leer a duras penas fue una fecha, 1843, y esforzándome un poco
más conseguí leer A la buena memoria de
Antonio Robledo Checa ... sus Padres y Hermanos 1843, ante lo cual comprendí
que se trataba de un obelisco funerario, quedándome pensativo un rato,
lamentando la muerte del individuo, joven por demás, y no pude dejar de pensar
en la pena que debieron sentir esa madre, ese padre y esos hermanos. Tras
volver a darle la vuelta detenidamente, decidí que cuando llegara a casa me pondría
a buscar información sobre tan luctuoso suceso.
Así
pues, cuando llegué a casa y tras cambiarme y ponerme cómodo, me puse frente al
ordenador a buscar noticias sobre el suceso y así supe que se trataba de
Antonio, hijo de Vicente Robledo y Remedios Checa, importante familia de la
ciudad de la Antequera de entonces. Y siguiendo buscando, topé con un libro,
una novela, que mencionaba expresamente los versos escritos en esas lápidas, versos
originales de un poeta antequerano, y que gracias a lo cual pude saber qué decía
lo inscrito, a saber:
Joven
discreto, laborioso, humano,
apoyo
firme de paternos lares,
huérfano
los dejó, y entre pesares
a sus
deudos, y suelo antequerano.
Cuando
entre luz, y sombras aguardaba
a los
umbrales del cercano templo
el
sacrificio augusto, triste ejemplo
aún sin
ver los aceros ya expiraba.
Víctima
horrenda del puñal aleve,
crudo fin
le guardó fortuna impía,
lozana era
su edad, y a sangre fría
matole
inerme despiadada plebe.
Eleva ¡oh
pueblo! tu oración ferviente
al gran
Jehová, que las alturas dora,
y su
piedad sin límites implora,
en favor
de esta víctima inocente.
A la buena
memoria
de D.
ANTONIO ROBLEDO Y CHECA
natural de
Antequera
de estado
soltero
sus Padres
y Hermanos
1843
Una vez sabido esto, empecé a buscar en la
página de la Hemeroteca Nacional, encontrando la noticia tan solo en dos
periódicos, El Católico y El Correo Nacional. Transcribo lo
publicado en ambos periódicos, comenzando por el segundo:
Un suceso doloroso ha venido el tercer dia
de Pascua de Navidad à sembrar el luto y la desolación en una familia
respetable de esta ciudad, y el espanto y la consternación en todos los vecinos
honrados.
Don
Antonio Robledo y Checa, hijo mayor de D. Vicente, encargado esclusivamente en
la considerable labor de su casa, dispuesto à salir al campo, se dirigió
aquella mañana á las seis menos cuarto á la iglesia parroquial de San Pedro
para oir misa, acompañado de sus criados.
Aguardaban en la puerta á que abriesen la
iglesia cuando llegó al mismo sitio una turba de borrachos y mugerzuelas y
empezaron à bailar al son de varios instrumentos. Sin motivo, sin provocación,
principiaron à descargar sablazos sobre aquellos hombres indefensos; y los
criados que fiaron su vida en los pies la salvaron; pero el malogrado D.
Antonio que à un corazón bien puesto reunía la seguridad de su conciencia y la
confianza de que respetarían su persona, fué cruelmente asesinado; resultando
del reconocimiento practicado en el cadáver hallarse con seis heridas, una de
ellas situada en la ingle, de esencia mortal.
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La plaza en los años 40 |
El efecto
de horror y de indignación que semejante acontecimiento ha producido en esta
ciudad es inesplicable: veíanse en todas partes corrillos y en ellos á hombres
de calma y prudencia, producirse con el mayor calor: quién decia que la
sociedad estaba disuelta: quién que la venganza debía tomarse por mano propia
porque no habia tribunales que administrasen justicia ni autoridades á que
demandar protección y amparo, y quién en fin, atribuía esta catàstrofe à la
impunidad con que se hallan las leyes, y al premio que reciben los que atentan
contra ellas, siendo los mejores medios de medrar siempre que los perpetradores
se escuden con un dictado que debiera ser sagrado.
Esta ciudad espera ansiosa el pronto castigo
de este horrible asesinato, que hacen mas horroroso las siguientes
circunstancias. Primera: Muerte alevosa y sin provocacion, hecha por mera
diversión, como si se matase un perro. Segunda: Ser D. Antonio Robledo hombre
pacifico, nacional de caballería desde la creación de esta, y muy querido y respetado
por su posición, aplicación y conocimientos agrónomos. Tercera: Contarse entre
los seis agresores cuatro milicianos nacionales. Y cuarta: Haberse repartido en
noches anteriores no muy pocos palos por gente de la misma clase que deshonran
el uniforme que visten, y que emplean el arma que llevan después de sus
borracheras contra ciudadanos quietos é indefensos.
Creemos que las autoridades no dejarán
impune esta alevosa muerte para escarmiento, ya que el remedio es imposible. El
pais ha perdido uno de sus mas útiles y laboriosos ciudadanos, y sus padres un
buen hijo y un apoyo en su avanzada edad, quedándoles el triste y doloroso recuerdo de su desastroso fin.
Esto
decía El Católico:
En la mañana del 27 de diciembre, hallándose acompañado
de sus criados á la puerta de la parroquia de S. Pedro de Antequera esperando
que la abrieran para oir misa D. Antonio Robledo y Checa, miliciano nacional de
caballería, escelenle hijo y honrado ciudadano, se presentó en el mismo sitio
una turba de borrachos y mugerzuelas, y empezaron á bailar al son de varios
instrumentos.
Sin motivo, y sin provocación alguna
principiaron á descargar sablazos sobre los criados del D. Antonio, los cuales
fiaron en sus pies su vida; pero aquel fue asesinado horriblemente, cuya
catástrofe ha llenado de indignación á toda la ciudad.
De los seis agresores cuatro son milicianos
nacionales. Noches anteriores también repartieron no pocos palos hombres que
deshonran el uniforme que visten y que emplean sus armas contra los ciudadanos
quietos y pacíficos. ¡Bueno va todo!
¡Qué muerte tan inútil!
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Foto de año de 1942 |
Continué
indagando sobre el obelisco y encontré que se había realizado tomando como
muestra el que preside la Plaza de la Merced de Málaga, bajo el que se
encuentran sepultados los mártires que por defender la libertad de la Patria frente a la
tiranía del felón Fernando VII, fueron fusilados en las playas malagueñas de San
Andrés el infausto día once de diciembre de 1831: Torrijos y sus compañeros.
En las
mismas pesquisas me ocurrieron dos cosas más: por un lado averigüé que la
oración fúnebre, o la elegía, inscrita en el obelisco había sido compuesta para
la ocasión por el poeta, humanista y fraile exclaustrado en 1821 Juan María
Capitán -nacido en Antequera en
diciembre de 1789 y fallecido en Jerez de la Frontera en marzo de 1854-, quien había sido invitado a leerlo
durante el acto de descubrimiento del monumento, pero le fue imposible asistir.
Por el otro lado, la búsqueda me llevó a conocer y a leer una novela -mencionado más arriba- ambientada precisamente en esos años
y que tiene como punto de partida el asesinato de este desgraciado joven. La
novela, que recomiendo, se titula Un
trienio en la sombra, escrita por el antequerano Antonio Jesús Pinto
Tortosa y que narra lo sucedido en Antequera entre 1840 y 1843 usando de manera
magistral los personajes principales de la Antequera de esa década y la situación
político-social de la ciudad en esos días.
NOTA: Fotos en blanco y negro:
1ª- Archivo Histórico Municipal de Antequera.
Signatura: DVD-667-502
2ª- Biblioteca
Cánovas del Castillo Colección Legado Temboury Archivo Fotográfico Signatura
410C
IHPMalagueñas
Málaga - 2021