martes, 14 de noviembre de 2017

UNA SEMBANZA SOBRE SALVADOR GONZÁLEZ ANAYA

Salvador González Anaya.

La juventud me entusiasma; pero la  verdadera juventud, esa que rompiendo moldes abre nuevos horizontes en la prosa, en la lírica, en el teatro, en la música, en fin, en todos los ramos del intelectualismo.

Salvador González Anaya es uno de los más briosos paladines de la generación que surge valiente y deslumbrante. Marcha á la vanguardia, resistiendo imperturbable todos los embates de las miserias humanas.

Sus primeros versos los leí en la ya desaparecida revista Apuntes; los segundos en Blanco y Negro, juntamente con su retrato, en aquella sección titulada «Poetas de los cantares», y por la que desfilaron los maestros en el género; calificativo aplicable en un todo al simpático poeta malacitano, que no obstante ser un joven muy joven, tiene un espíritu de observación y una práctica tan grande en las lides literarias, que causa extrañeza por resultar poco menos que incompatibles.

A poco de mi "descubrimiento", comencé á ver con bastante frecuencia trabajos á su inteligencia debidos, y hoy en El Gato Negro y La Revista Moderna, y mañana en Album Salón y Nuevo Mundo, fué recorriendo su nombre las columnas de las publicaciones más leídas, adquiriendo con esta colaboración una reputación envidiable.

En González Anaya noté desde el principio un estilo tan original é inspirado, que le auguré muchos éxitos, los cuales hoy se han convertido en realidad, y como prueba ahí está su libro Cantos sin eco.


Su musa tiene todos los esplendores de la tierra andaluza: luz, color, fuego y sonoridad.

Cantos sin eco es un verdadero primor, en que no se sabe qué admirar más, si la corrección de los versos, el sabor meridional, el colorismo que en todo él rebosa, ó el fondo profundo, más propio de temperamento avezado á las luchas de la vida que de adolescente, en el que sólo se conciben sueños, ilusiones...

Manuel Reina, el gran poeta, es el autor del prólogo del citado volumen, y en el cual aplaude el talento poético de González Anaya, en que admira condiciones excepcionalísimas para el cultivo del lenguaje rimado.

Prepara actualmente otro libro de versos  que titulará Medallones, señalando en él nuevos rumbos en la rima y factura completamente opuestas á las de su primera producción.

No conozco personalmente á González Anaya pero me lo imagino. Sus cartas delatan su modo de ser. Aun en el terreno privado resulta un polemista terrible.

Anhela coger un detalle para soltar una poca de bilis sin respetar tirios  ni troyanos. En ciertas cuestiones no transijo ni con el verbo, me decía en una de sus últimas epístolas, y yo lo garantizo, y si esto no fuese suficiente, que lo pregunten á Salvador Rueda y á Paco Villaespesa. Pero no obstante esta rudeza, hay que reconocer que es un gran corazón, de esos que se cotizan á un precio elevadísimo.

González Anaya vencerá muy pronto la ascensión al pináculo de la gloria, que para otros es camino sembrado de espinas, para el se ha convertido en senda alfombrada de rosas, y esto tiene una explicación lógica, conociendo su carácter expresivo como de andaluz castizo, su delicado modo de ser, su cariñosa amistad y su agradecimiento, en fin, por lo que se capta todas las voluntades desde los primeros momentos.

Hecho este artículo al volar de la pluma, sin otras pretensiones que la de rendir homenaje al poeta, esos enamorados eternos del ideal, cantores perennes de todo lo bello, no sé si habré conseguido mi objeto, pero si así no fuera crean que lo lamentaré en el alma, pues me inspiró una sinceridad sin límites y el deseo de estimular un genio que nace con grandes alientos y que eclipsará á muchas eminencias de guardarropía.

FUENTE:

Plumadas. Artículos, semblanzas e impresiones. Páginas 30 a 33. ESCALANTE GÓMEZ, Manuel. Madrid, 1900

IHPMalagueñas
Málaga - 2017

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